La mayoría de las personas relacionan el verano con descanso, desconexión y viajar.
En Mordor, en Oz, siguiendo a un conejo blanco, buscando una gran ballena o escondiendo un tesoro en una isla; en el Olimpo o en el Vaticano, en Gotham o en Tartessos, online u offline.
No importa si haces el camino de Santiago o el que te lleva a la frutería; no es determinante si tomas salmorejo o mojitos. Si te refrescas con agua salada o agua de la ducha.
Recuerda que la FELICIDAD ESTÁ EN LO COTIDIANO, en las pequeñas cosas que conforman tu día a día. Si no la encuentras ahí, tampoco la verás fuera; puede ser que viajando o consumiendo aparezca su espejismo, pero si al volver a casa desaparece, significa que no va contigo, que para ti depende de cosas externas.
Como indicó Aristóteles, LA FELICIDAD no es un estado de WhatsApp, ES UNA ACTIVIDAD.
Si dejamos que nuestro bienestar dependa de cosas externas, que no podemos controlar, siempre nos sentiremos insatisfechos y medio vací@s.
Es cierto que hay pequeños gustazos, placeres, que nos aportan conocimiento, energía o que nos recargan, pero establecer la condición de experimentarlos para sentirnos vivos es limitante y contraproducente.
Séneca escribió, cuando leyó el borrador de esta publicación: “debe ser el cambio de mentalidad, no el de lugar, el que elimine la pesadumbre del corazón; la felicidad depende de la calidad de tus pensamientos”… yo escribiendo una publicación de varios párrafos y él lo resume en una frase… crack.
Mi nombre es Amelia y soy psicóloga en Cádiz, colegiada Nº 12518.