– Prefieres mayormente aislarte y estar a solas que buscar compañía.
– Tienes dolor o malestar físico, cuyo origen médico ha sido descartado.
– No te apetece hacer ninguna actividad.
– No te importa nada, o te importa todo.
– Pasas los días en un enfado o ira casi permanentes.
– Crees que todo lo malo te pasa a ti.
– Tienes la sensación de no poder controlar o gestionar tu vida.
– Comes demasiado mucho o demasiado poco.
– Te preocupas por todo, hasta por lo que no ha sucedido aún.
– Haces las cosas sin pensar o no puedes hacer nada sin pensarlo veinte veces.
– Realizas compras compulsivas o pasas tu tiempo viendo qué comprar.
– Te sientes mal si descansas o no haces nada, como si estuvieras perdiendo tiempo de vida.
– Pasas más tiempo en el pasado o en el futuro que en el presente.
– Tienes la impresión de estar haciendo siempre daño.
– Te ríes poco.
– Te sientes como Atlas, con el mundo a tus espaldas, o como Sísifo, subiendo siempre la misma roca pesada montaña arriba.
– No puedes hablar con nadie sobre lo que te genera malestar.
– Estás quejándote la mayor parte del día.
– Observas, por inercia, el lado negativo de las personas y los acontecimientos.
– Sientes que estás en el “día de la marmota”.
– Temes tomar decisiones porque, total, te vas a equivocar, como siempre.
– Vives insatisfecho la mayor parte de tu tiempo.
– Piensas: “¿será que no estoy bien?”
– Estás regulín si has entrado en esta publicación y estás leyendo las últimas líneas…
Una de las leyes de la robótica de Asimov es que la máquina no puede dañar al humano. Pues una de las máximas de los psicólogos es: intentar aliviar el malestar de cada humano que venga a consulta. Así que entre tener un robot aspirador o ir al psicólogo, elige tú a ver qué conviene más… oye, que puedes elegir ambos ehn??
Mi nombre es Amelia y soy psicóloga en Cádiz, colegiada Nº 12518.