– Siempre acabas dudando de ti, de tu punto de vista.
– Piensas que en realidad es tu culpa, porque lo provocas tú.
– Sueles tener miedo.
– Los despistes o accidentes banales se contemplan de manera desmesurada.
– Te sientes mal porque crees que no haces lo suficiente.
– Defiendes o justificas la actitud de la otra persona y te sientes, a ratos, verdugo.
– Necesitas entender al otro, y no te exploras a ti.
– Sueles estar acelerad@, necesitando llegar pronto a casa, para que no se queje porque no estás.
– No haces planes que te gustarían para evitar conflictos.
– Te sientes egoísta si piensas en ti.
– Estás en tensión cuando está presente. Te tranquiliza que se vaya.
– Hablar del mal que te ocasiona quien te maltrata te hace sentir como si le traicionaras.
– Cuando te habla, te pones tens@, porque no sabes qué esperar.
– Alterna el tratarte muy bien o hacerte sentir especial con humillarte, insultarte o despreciarte.
– Te retira la palabra como castigo.
– Esa persona resta importancia a tus logros personales y tú también acabas por hacerlo.
Ante este tipo de signos, pon límites inmediatamente.
No hace falta subir al Empire State y rescatar a la persona que amas de las garras de King Kong para demostrar tu afecto.
Cuando amas a alguien le das la mano y le aportas libertad, fortaleza, esperanza, seguridad, calma… y su poquito de cariñitos.
Mi nombre es Amelia y soy psicóloga en Cádiz, colegiada Nº 12518.