Cuando alguien piensa de manera recurrente que algo malo va a pasar, sucede que se introduce en un bucle de escaneo de la realidad, buscando indicios de eso nefasto que nuestro falso sentido arácnido nos dice que está por suceder.
Esos pensamientos negativos orientados al futuro se denominan PENSAMIENTOS OBSESIVOS y son recurrentes, absolutistas, inflexibles, desagradables, intrusivos y limitantes.
Forman parte de la ANSIEDAD anticipatoria: prevemos que van a suceder cosas malas u horribles.
Ante ello nuestro sistema se pone en ALERTA y comienza a monitorizar el entorno, encontrando siempre presuntas pistas que corroboren nuestra sensación. Y claro, esto atrapa y encadena a cualquiera.
Los percibimos tan reales que esos pensamientos generan sentimientos de desesperanza, de angustia o de falta de control sobre nuestra vida.
Cuando la mente está en calma no fabrica ideas irracionales y, aunque se asome alguna, no se le da valor ni importancia. Cuando se vive en estado de preocupación, estrés, tristeza o desbordamiento emocional, es más complicado hacer funcionar ese filtro.
En quien lo sufre tiene más fuerza el sentimiento que le inunda, que la lógica del razonamiento en sí… y hay que parar esa dinámica para que también lo haga el malestar.
Es importante cambiar esos pensamientos catastrofistas por otros más adecuados intentando mantenerse en el presente, confrontándolos, exponiéndose a ellos o dejando de controlarlos.
Para ello, las estrategias más eficaces son visitar a un jedi, hablar con Rocky, irse al Tíbet o acudir a un psicólogo; elige tú la que te coja más a mano…
Mi nombre es Amelia y soy psicóloga en Cádiz, colegiada Nº 12518.