Es por el algoritmo.
Todos tenemos interiorizados unos pasos e instrucciones para tomar elecciones o alcanzar un propósito. Algunos son conscientes, como la secuencia a seguir al ducharnos. Otros inconscientes, como el que nos ocupa: elegir pareja.
¿Cómo diseñamos ese algoritmo? Con nuestras experiencias e interacciones. Por ejemplo, el tipo de apego que tengamos con nuestros progenitores va a influir mucho, junto con otro tipo de vivencias. No queremos maltratarnos, no es a propósito, solo hacemos lo que podemos con los datos de nuestro disco duro.
Le decimos al algoritmo, inconscientemente, que ponga como prioritario a la hora de elegir que la otra persona sea bella, tenga dinero, éxito o muy activ@ sexualmente. También podemos pedirle al algoritmo que solo ponga su atención en personas controladoras, inseguras o narcisistas con la intención equivocada de la búsqueda de equilibrio.
Así, cuando encontramos un posible candidato, vamos a poner como prioritarios unos datos sobre otros. En frío, todos sabemos qué conviene; cuando la cosa se templa, ya no podemos pensar igual de bien e interviene ese algoritmo.
Por eso, en lenguaje tecnológico, hay que resetearse; formatearse en cuanto reconozcamos esta pauta de elección tan dañina.
El informático aún no ha encontrado el usb con que acceder a nuestro cerebro para introducir una nueva programación más saludable y funcional, pero el psicólogo sí; y no tienes que dejarlo en el taller varios días… ¡es que todo son ventajas!
Mi nombre es Amelia y soy psicóloga en Cádiz, colegiada Nº 12518.